Un Desorden, un Zapato, un Sentimiento. La Crónica - Musicaibo
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Un Desorden, un Zapato, un Sentimiento. La Crónica

Un Desorden, un Zapato, un Sentimiento. La Crónica

A mi derecha Carlos Segura, de Zapato 3 y a mi izquierda Pablo Dagnino, Sentimiento Muerto (…). La última vez que los tres coincidimos en un mismo escenario fue en el Nuevo Circo de Caracas el 30 de septiembre de 1989.  Horacio Blanco

La tarima hecha una sala, con un sofá, dos poltronas, un par de sillas y una mesa con tragos de vasos cortos para disfrutar, sentado y cómodo, la historia de cada canción, aun con el riesgo adjunto del intento de la capitalización de la nostalgia: que se manifieste la decadencia, que del intento de revivir la gloria pasada quede como resultado una noche “pavosa” ante la cual al fanático le toque bien conformarse con esta versión reducida de quien fue su ídolo o salir con el corazón resquebrajado por verlo ido a menos.

Storytelling fue concebido como un concierto para conocer de mano de cantantes o cantautores, los orígenes de sus temas insignes. Se trata de una ceremonia que, en esta oportunidad, lideraría Polo Troconis, locutor y conocedor de la música venezolana, de sus creadores e historia. A él se le confirió la responsabilidad de conducir a través de este formato a los cantantes de las tres bandas que se configuran como el ABC del rock venezolano, a quienes se les atribuye no solo haber inspirado e influenciado directa o indirectamente a toda banda venezolana posterior a ellos, sino haber sembrado las ganas de tener una banda, escribir canciones o tocar algún instrumento en cientos (quizá miles) de venezolanos.  

La expectativa

Salió Polo, entonces, para iniciar la línea de tiempo y dar a la audiencia, que demostró luego ser de la más fanática, un dato que todos sabían: cómo Dead Feeling mutó a Sentimiento Muerto y una que otra cosa más sobre sus primeros integrantes. Bien, pero las ganas eran las de querer reventar de euforia, de repasar de una vez esos temas, esos discos y cantar, cantar gritado y desde el corazón y eso, Pablo, al salir, lo pudo propiciar con A la hora justa, primer tema de la noche.

Nadie trastabilló, no hubo incomodidad, aquello que podía esperarse de un show como este, quizá que se requieran un par de canciones para que el músico se acople porque es primera vez que se toca con este ensamble, no pasó…

Desde el segundo uno todos gritando y cantando a viva voz, ya estaban trasladados al edificio, los zapatos de goma, el walkman, la novia o cualquier recuerdo asociado con ese tema y con Infecto de afecto, el disco, sea cual fuere el año en el que lo descubrieron o tuvieron.

Pablo se entrega: se acuclilla, se sacude, baila y brinca, juega con su voz, la sube, la baja, la modula y toca la air guitar como siempre, “como debe ser”, mira la gente, le canta de frente, de cerca estoy ansiosooo y tú olvidaste mi nombreee. El tiempo no ha pasado, es el mismo Pablo.

Con la adrenalina generada, la idea de tener que terminar una canción y no darle continuidad a la siguiente para entrevistar sobre algo, lo que fuere, fue caducando, fluyendo a otras maneras de ser.  El programa del Stortytelling empezó a desvirtuarse (más bien a evolucionar) desde la segunda canción. La gente quería más y lo quería ya.

¿Y ese José Gregorio? — Me lo regaló Horacio

Dejando un poco a un lado los apuntes que tan meticulosamente se sentía que había preparado, Polo le dio la bienvenida a Horacio Blanco, de Desorden Público (la única banda no disuelta de las tres), que cuenta con casi 32 años ininterrumpidos de creación.

Irrumpe con Mal Aliento que mutó a Valle de balas como suele hacer con Desorden desde hace varios años, la primera solo con su guitarra y la segunda full banda luego del y 1,2,3, cua… que marcó con furia y pisoteando duro para dejar clarísima la intención de la fuerza que los músicos que lo acompañaran debían dar al La ciudad se encierra a ver telenovelas… Lo logra, lidera a la banda y al público, los mueve al punto exacto de excitación que desea, en ese momento, la audiencia es suya.

Aunque la canción es rápida, no hay prisa por terminarla, se toma su tiempo para contar cómo la habituación a la violencia caraqueña ya no le quita el hambre a nadie contó sobre un asalto que vivió en un restaurante mientras almorzaba y una vez terminado, la gente siguió comiendo con la mayor naturalidad pero sí está quitando el odio, por empatía, por saber que aquel violento también es víctima de algo más grande. Acto seguido, para acompañar la oración clímax del tema que santifiquen a José Gregorio, y el presidente pal sanatorio… sacó de su cartera, profesándole fe y confianza, veinticinco estampitas del aún no santificado José Gregorio Hernández para regalarlas a quien las quisiera, eso sí, solo previa cola, como se habitúa en Venezuela.

Ella me da que hacer

Cuando salió Carlos Segura y sonó el punteo de la guitarra de Hugo Fuguet que anunciaba Vampiro, la euforia ya estaba a tope, se pasó revista: tres de tres estaban presentes y dedicados a darlo todo. Un sentido y entregado “siempre está deseaaaaando más…” marcó la garantía de que sería una gran noche.

El tracklist

En un show como este hay predictibilidad, el fanático sabe qué canciones “seguramente” se elegirán para ser contadas, al escuchar Tiembla o Amo las estrellas, se regocija en su triunfo.  Sin embargo, caer en el margen del error y ser sorprendido con esa que no previno significó varios puntos álgidos en la noche. Pasó con Tan cerca de ti, por ejemplo, cada y si no estoy contigo, me volveré loco se sintió, se contagió, se dedicó al aire, se hizo objeto de catarsis y terapia al sacar de adentro algún desespero acumulado que esa canción acompañó alguna vez.

El cuento de cada canción no emanó por incentivo de Polo sino del clic que parece haberle venido automáticamente a cada cantante al encontrarse cantándola. Pantaletas negras propició un desahogo de Carlos, respecto a su sufrimiento porque para la época el sexo no estaba tan al alcance, llegar a desvestir a una mujer significaba una importante victoria, verle las pantaletas era un logro magnánimo… Y si eran negras… uuffff, dijo mientras hacía la mímica de quien con delicadeza desabotona un pantalón. Se saboreó, y con expresión de satisfacción por haber encontrado varias en el camino, se dejó caer sonriente, de ojos cerrados, y manos en el pecho, en la poltrona que eligió como suya.

El trío se saluda, se reverencia, se acompaña en coros, incluso se remedan (pasó en Entrada de bala, Horacio y Pablo parodian cómplices los contoneos de Carlos y su pandereta). Nadie sale de tarima, salvo Pablo, quien desapareció para empezar Manos Frías desde el medio de la sala. Algo lo mueve a querer estar donde está el sentimiento: la gente, estar cerca, reconocerlos, unírseles, leerlos y hacerles muecas de tú a tú. Es todo o nada.

Y llegó Resiste, ejecutada con bandera venezolana en tarima, cada oración tomó una nueva proporción al ser puesta a una audiencia de exiliados, quizá nunca antes había movido tanto el Ay, carajita, alimenta tu paciencia cuando sientas que invade la nostalgia y sí, con cada Resiste, no te dejes maltratar se creó una atmósfera de melancolía solidaria pero también de esperanza y anhelo, resiste, en algún momento esto tiene que acabar….  

Siguiendo esa línea, y quizá el único momento calmado e introspectivo de la noche llegó con Los que se quedan, los que se van, que no es una canción vieja que calza en la época actual sino inspirada en el mismo hecho que tenía ahí a la gente reunida: el exilio. El algún día volverán… de Horacio obligó a más de uno a concentrarse para no soltar la lágrima, a diferencia de Todo está muy normal que también es una canción reciente de Desorden Público, pero al ser es una parodia eufórica, rápida, irreverente, se hizo colectiva y festiva, de manera rápida y sin freno.

Toma tus 80 y 90 completos. Los agregados…

Polo entendió la evolución y cómo debía ser su liderazgo en esa velada. Como el protocolo se fue quebrando desde el minuto uno, y había en el recinto, como público, otros protagonistas de la época, no invitarlos a la tarima hubiera sido, cuando menos, una falta grave.

Así pasearon, sin oponer resistencia Elisa Rego para poner a gritar me asfixio y me da miedo vivir, no puedo regresar, selva déjame más aquí;  Eli Bravo fue ovacionado con afecto por su labor con Sonoclips. Cuando le preguntaron en qué andaba, dijo: Ando el Uber. En ese momento la etiqueta ya había desaparecido.

Pedro Castillo subió y tomó, sin que nadie tuviera que concederle permiso, la Fender Telecaster de Horacio. Estaba como en su casa, todos en esa sala estaban como en sus casas (o en casa de un compadre), con el trago, la compañía y la música de su preferencia. Después de Algo Eléctrico a guitarra y voz, una imagen que seguro ninguno de los asistentes va a olvidar es la de Castillo cantando ante un solo micrófono, con Horacio a su derecha y Pablo y Carlos a su izquierda entregados al compre mi amplificador y tendrá el sonido que siempre ha soñado, siempre ha soñado…  

Emigdio Suárez, extecladista de Desorden Público, también subió para cantar un tema que él aportó a la banda: El Racismo es una enfermedad, de la manera más improvisada pero tan disfrutada como una noche de karaoke cuando ya todos están abrazados, cantando a coro y entregados al ánimo festivo.  Suárez se unió también al teclado de Willie Croes para Allá Cayó, tema en el que se terminó de deshonrar lo establecido: Carlos, de la euforia, con su pandereta tumbó la mesa que sostenía los tragos de los tres y Horacio profanó el sofá tocando su guitarra parado en él para indicar a José Oliveira, Yon Carrero y Mayerly Carrero, los metales, las subidas y bajadas de las fanfarrias y por supuesto la culminación de la canción que debe coincidir cuando al brincar del sofá toca el piso.

Si Tan cerca de ti fue catarsis, Políticos paralíticos, la encargada de cerrar la noche, fue la liberación, de drenar lo último, sacarlo y dejar ese peso en el Flamingo Theater.  Esa noche nadie se llevó a casa ninguna carga más que su ronquera.

Otra, otra…

Un buen concierto no es tal si no se pide otra y la petición encuentra satisfacción, está escrito, pero no había otra, no se ensayó nada más. En cualquier caso, ¿qué es un músico sin el poder de la improvisación, además, suficientemente removida esa noche?. Una vez más Polo salió a explicar con su amable tono las circunstancias: pero ellos van  a salir para todos ustedes. Era lo único que importaba.

Y esta vez sí, sonó la última, una rarísima versión de Combate, Horacio pidió a Germán Quintero, en la batería, la base de reggae y anunció sobre la marcha, a Ricardo Bigai, bajista, la progresión de acordes de cada parte de la canción. Comandaba “Mi, do sostenido menor…. (fuertes poderosos, todos, cada uno de nosotros…) mi, do sostenido menor (a menos que no haya inspiración, puñalada trapera a la paz y la imaginación)… Coro, mi, si menor, re… (eh eh ah, Desorden ta en la calle). Mi, si menor, re, (Eh eh ah, Zapato está en la calle). Mi, si menor, re, (eh eh ah, Sentimiento está en la calle… Combate). Un Combate que de alguna manera por moción de Pablo mutó al La, la la la la la… hey Jude de The Beatles, si al concierto le faltaba algo, con este pseudocover mal logrado pero lleno de cariño, se completó.

Aplausos, agradecimientos, selfies y fue así como el 28 de abril, casi 28 años después quedó como una fecha de grata recordación para quienes ahí estuvieron y pudieron gritar, sin pudor ni vergüenza hasta perder la voz, las canciones que durante diez, quince o treinta años repasan y han repasado una y otra vez.

Foto por @pepozanetti

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